jueves, 27 de diciembre de 2012

Gritar en silencio


Cada noche perdía el tiempo pensando. Pensando en lo feliz que podría haber sido, lo solo que estaba y en lo acompañado que le gustaría estar. Sin embargo la soledad lo acosaba como si se tratase de una pesadilla que no le dejaba escapar por más que intentara pellizcarse.


Ya no sabía si era por su culpa, si los demás tenían una idea equivocada de él o si todo el mundo se sentía siempre así. No tenía nadie con quién poder hablarlo, nadie que quisiera que le oyese decir aquellas duras palabras que le harían débil y que infundirían, en aquel que lo escuchase, una lástima y una pena artificialmente condicionada. No conocerse empeoraba las cosas, no sabía si le gustaban porque le gustaban o porque era lo que le debía gustar, todos esos términos estaban entremezclados en su cabeza sin tomar una forma real, mutando a cada acontecimiento por su vulnerabilidad tácita. Por no poder no podía hablar ni consigo mismo. Por eso escuchaba música.

¿Qué le quedaba? Solo destruir poco a poco su consciencia y conciencia, encerrarse en sí mismo y perder todo atisbo de la chispa que un día le hicieron creer que él tenía. Tras eso, solo inercia. Inercia de parecer vivo sin estarlo, de ser un vivo-muerto que ve todo y no siente nada, totalmente alienado con su condición de humano, haciendo migrar a la duda y la incertidumbre, la inseguridad y la sinrazón, la pena y la soledad, a un lugar recóndito de su mente, tapado por capas y capas de momentos sucedáneos de vida que no hacían solo confirmarle la fragilidad de su estado que se tambaleaba a cada paso de elefante de su inminente madurez.

¿Qué haría cuando ya no pudiera dar más patadas hacia delante? ¿Y cuándo se acabará la esperanza de un futuro mejor? ¿Cuánto aguantaría? Eran preguntas que evitaba hacerse, porque prefería no saber la respuesta, prefería gritar en silencio para liberar la tensión que en su estómago se provocaba con aquello, gritar para liberar lo poco que aún le quedaba vivo en su espíritu, lo que el tiempo erosionó. Pronto el también sería parte del tiempo y sus recuerdos bruma que se disiparía bajo el sol de media tarde.