Cuando los sueños se escriben con las manos, con los dedos, con la mente, con la tinta, con el sudor y la sangre. Haciendo aspavientos con las manos, regalando miradas cautivas en jaulas doradas adornadas con cadáveres exquisitos dibujados por artistas decadentes y bohemios. Muertos automatizados que fijen hablar contigo mientras su creador piensa en asesinarte lentamente extrayéndote tu fuerza vital en forma de tinta. Censores activos que relegan a un papel secundario tus frugales, efímeros y redundantes comentarios mientras oscurecen y emborronan la mente colectiva de un mundo atragantado. Emborrachando la conciencia con licores destilados de la ignorancia y que sin darte cuenta de que no te queda nada, que todo te ha sido extraído y lo que tienes no sirve, te haces consciente en el estado de embriagadez pero lo ignoras. Bendita antítesis aliñada con paradojas y mentiras.
Y tú, bestia entre las bestias, autómata entre los muñecos, tarado entre los locos, tú, ser humano renuncias a tu libertad fingida y a tus sueños olvidados, como si pudieras hacerlo, ignorando que no te pertenecen. Los escribes y los defiendes, permíteme una carcajada pesimista. La tinta ya está seca, las cámaras te observan como en 1984, tu vida no te pertenece y no puedes nada, nada más que vivir en esa ignorancia feliz y dulzona. Y fingir que eres, y sin ser, lo crees.