martes, 10 de mayo de 2011

Extremos que se tocan no son extremos

La inocencia que abandonaste en el camino. La felicidad que perdiste entre las piedras. Los sueños que malgastaste con aquella puta. Cuanto tiempo te queda por andar y cuantas llagas tienes ya.

Cuantas mochilas rompiste mientras las llevabas. Cuantos sacos rasgastes al crecer. Cuanta gente llegaste a conocer. Que corto se te hace el día y que largo el camino.

Que frío que sientes cuando amaneces solo. Que calor cuando te rodea el día y su gente. Que sinsabor cuando te abandona la pasión. Muchas veces no somos como deberíamos ser.

Y el tiempo, implacable enemigo del hombre acaba con su vida, dejando su memoria reducida a polvo. Dejando solo un contenedor vacio de ideas preñadas de luz y oscuridad, de dualidad.

Si lo extremos se tocan no son extremos. No existen los extremos. Si no existen los extremos, si todo el camino es igual, si la misma distancia se recorre en el mismo tiempo ¿Dónde estamos? ¿Que hacemos? Nada. Damos vueltas alrededor de la nada, virando en círculos volviendo al inicio del final que coincide con el final del inicio.

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