sábado, 26 de octubre de 2013

Hoy

Piensa que cada mañana cuando te levantes verás como poco a poco tu vida cobra sentido. Piensa que cada error es una lección aprendida y procura no olvidarla. Piensa en las palabras que los demás te han regalado e intenta aprender de sus experiencias. Piensa que cada lágrima que dejaste caer fue por un sentimiento enquistado en la impotencia de tu inutilidad a la hora de actuar bien.

Vive como si cada día que pase fueran oportunidades que debes aprovechar en su justa medida, sin olvidar lo que soñaste hacer, sin olvidar que a cada día que pasa todo es más fácil y más difícil al mismo tiempo. Deja la pereza atrás, trabaja con tesón, sin dejarte vencer por las derrotas en las batallas diarias, pensando en la Gran Guerra que te queda por delante, valorando cada sacrificio que realizas. Riendo a cada momento que seas capaz, con aquel que quiera malgastar su tiempo en fumarse un cigarrillo contigo.

Mira atrás, e intenta no tropezar con las piedras que habrán dejado para ti. Paso a paso, acelerando cada movimiento que hagas hasta sentir como el viento roza tu cara y el Sol cae en el horizonte. Sin dejarte asustar por los fantasmas que te acosan cuando cae la noche. Luces que describen trayectorias indiscretas en mitad de la ignorancia de lo que creo que vendrá mañana sin hacerme sentir perdido.

Hoy, más que nunca, hoy. Hoy es el día que me levanté, pensé, me equivoqué, aprendí, olvidé, lloré, actué, viví, aproveché, soñé, trabajé, reí, fumé, hablé y me asusté.

Hoy, más que nunca, no puedo dejar de pensar en ti. Y hoy, más que nunca, amé.

domingo, 19 de mayo de 2013

Detrás de los espejos

Ya he dicho todo lo que tenía que decir. El silencio acampa en mis labios y los deja huérfanos de palabras. Mi mente está yerma de pensamientos que me devuelvan a la vida, pues ya hace tanto tiempo que dejé de sentir y de andar.
Ahora, sólo, estoy sin rumbo dando vueltas alrededor de ninguna parte sin saber qué camino tomar por miedo a equivocarme, ahogado en un mar de tristeza sin sentido del que nadie me puede sacar. Quién me podría sacar no quiero que sufra lo que siento y, a quién ve lo que siento no se preocupa por sufrirlo y ayudarme.
El problema, al fin y al cabo no dejar de ser mío y de mi incapacidad para enfrentar la realidad. Pues sin darme cuenta, solo estoy, solo sigo y solo seguiré. Por propia elección, por destino o incapacidad. Al final me acaban abandonando aburridos de mi compañía y mis necedades. Mis pretensiones de querer ser lo que no soy y de no saber lo que quiero ser. Un caparazón vacío que anhelaba llenarse, y ahí se quedó, en el anhelo. El no saber concluir, dejarlo todo a medias y firmar con el sello de la incompetencia.
Nadie que me conozca de más de seis meses quiere seguir a mi lado. Nadie que esté tanto a mi lado puede hacerlo sin estar sin mi. Harto de esas bocas grandes que se llenan de amistad y luego desaparecen. Necesitar un empuje y sentirse solo. No echo la culpa a nadie nada más que a mí, soy el único culpable de la situación.

Ahora, vosotros dormid y yo mientras tanto desearé hacerlo. De otra manera, siendo mucho más profundo y largo ese sueño que me permitiría ser libre sin tener que preocuparme por la frugalidad de la vivido, la incertidumbre de lo que viviré. Hasta entonces, me conformaré con observaros, detrás de los espejos viendo como cada momento, sin daros cuenta desnudáis una parte de vuestra alma como si nadie os viera.

sábado, 5 de enero de 2013

La vitaminas no duran en la nevera

¿Quién quiere? ¿Quién quiere escuchar a un escritor de párrafos vacíos?

Observando cada pestaña, destilaba su marrón sin ni siquiera poder despegar por un segundo los ojos de sus iris escondidos tras sus parpados, sintiendo la respiración entrecortada estrellarse sobre mi pecho desnudo viendo como la pelusilla se movía al son de su diafragma. Contaba cada segundo, dividiéndolo y subdividiéndolo con la esperanza de poder atesorar cada fragmento en mi memoria.

No quería ver el Sol, no quería que su luz bañara mi tierra y que se despertase el gallo y con él, el mundo. Debía durar para siempre y para siempre duraría. Con esos pensamientos me mentía a mi mismo, sabiendo que poco a poco todo esto acabaría. Sin poder conciliar el sueño me levanté, me puse unos pantalones y fui a la cocina.

Allí, preparé de forma distraída un desayuno a base de tostadas y zumo de naranja. Pensaba en lo mucho que había deseado ese momento, las ganas que tenía de estar con una persona como ella, de sentirme querido y amado, de verme valorado con mis defectos y virtudes, y aún así que quisiera seguir conmigo. Era todo demasiado bonito e ideal, era algo irreal y real al mismo tiempo.

Creo que en ese preciso momento me di cuenta de mi fallo, el fallo que siempre había cometido hasta el momento. Siempre había pensado en mi, en lo que yo quería obtener, un objetivo inamovible que solo podía seguir a través de un camino, sin abrirme a vivir. La casualidad me sorprendió, y yo, solo por una vez, decidí dejarme llevar por la misma. A la vez que ella apareció, desaparecieron mis preocupaciones

Y ahora... solo me preocupaban tres cosas:
1. No sabía el sabor de mermelada que le gustaba
2. Si al zumo se le irían las vitaminas (como decía mi abuela), incluso metiéndolo en la nevera
3. Que se hiciera de día demasiado pronto y no haber podido disfrutar de todo aquello lo suficiente