sábado, 10 de septiembre de 2011

Sin deudas ni deudores

Con cada mentira que contamos vamos alimentando una gran bola caliente de basura que se vuelva más inestable a cada minuto y cada segundo, y pudiendo ser destrozada con una simple palabra un si o un no. Cuando explota lo llena todo de desconfianza y temor. Temor de que alguien te mire por encima del hombro.

Pero solo tienes que decir la verdad para que poco a poco esa suciedad se seque como un charco en julio, generando confianza y apartando al temor. En ese momento los corazones que se habían helado por la indiferencia empiezan a derretirse y olvidar las afrentas, a pensar en las cosas buenas, en los ratos agradables, en los momentos inolvidables, en todos y cada uno de ellos. Y surge el perdón, pero no perdón de tú por debajo de mi o yo por encima de ti, sino perdón de sentimiento de unidad, de querer volver a una relación maltrecha que no se merece acabar así. Sin culpables, sin deudas ni deudores.

Yo no miraré más mal a nadie... no espero nada a cambio, pero las deudas, conmigo ya no existen.

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