Los locos tiran sus camisas de fuerza, los presos sus gorras y sus esposas, los condenados sus cadenas, los médicos sus batas, los profesores sus tizas, los arquitectos sus escuadras y cartabones, los albañiles los ladrillos y los barrenderos sus escobas. Libertad cantada, libertad soñada, libertad igualada. Nadie, nadie diferente todos iguales, iguales ante los ojos de otros, iguales ante tus propios ojos. Gordos, flacos, altos, bajos, rubios, morenos, pelirrojos, castaños, peludos e imberbes, todos ellos bajo la misma música, bajo el mismo cielo y el mismo sol. Bañados por la misma lluvia y coreando los mismos sonidos, los mismos acordes, la misma armonía. Nada hay que no sea todo. Todo
El mundo se merece esperanza. Pero de la de verdad
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