domingo, 13 de noviembre de 2011

Tormenta Embotellada

Caminando por las calles de Toledo (donde vivo ahora) bajando por la Puerta de Bisagras hasta el Parque de las Tres culturas, miro la muralla que queda a mi espalda con un giro rápido de cabeza y te veo en una almena. Quiero ir, darte mi ayuda, intentar que bajes despacio para que no te hagas daño, pues me preocupas. Pero se que no debo, que tienes que vivir lejos de mi, dejarte a solas.

Si encierro la tormenta en una botella quizás no te afecte. Quizás esa sensación que te recorre el cuerpo como un escalofrío desaparezca y solo quede el tiempo sin mutación de ningún tipo. Así te protegeré, te protegeré de toda perturbación que pueda preocuparte lo más mínimo.

Pero claro, como de costumbre, me estoy equivocando. Me equivoco al querer protegerte, al no dejarte fallar ni caerte, pues nunca aprenderás de los errores que no has cometido y no cometerás.

Oigo como la gente grita, pidiendo balones, pelotas que retumban contra paredes y raquetas cortando el aire. Niños jugando con sus bicicletas y tu voz. Me la quito de la cabeza. Te alejo. Me acercas. Te enfrío. Me calientas. Cada pelo de mi cuerpo se eriza, cada milímetro de mi piel se contrae.

No hay comentarios:

Publicar un comentario